Palmas para nadie

Capítulo 2

El gigante de la industria de alimentos y los sobrevivientes de la palma

Alicorp, la principal empresa de productos de consumo masivo en Perú, fue descubierta comprando aceite crudo de palma que tiene como origen bosques arrasados por el grupo empresarial Melka, hoy acusado por abusos laborales

Por Milagros Salazar Herrera
Fotografía y vídeos: Marta Portocarrero.

Publicado el 30 de noviembre del 2018.

“¿Todavía existe la esclavitud?”, pregunta con una sonrisa irónica Eleodoro Barbarán, un joven de 24 años con la piel blanca quemada por el sol intenso de la región amazónica Ucayali, que se levanta todos los días a las 4 de la madrugada para tomar desayuno, ponerse sus botas de jebe y empezar a trabajar en plantaciones de palma aceitera desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde en promedio. “No tenemos una hora fija para volver a nuestro cuarto a descansar”, apunta. Recién cuando acaban la jornada, llenos de sudor y polvo, los recogen apiñados en camiones de carga, mientras los supervisores los vigilan desde sus motos.

“Cada día dicen que nos pagan 30 soles (apenas 3 soles por hora, menos de un dólar)” por trabajar bajo la furia del sol, la lluvia y la exigencia del supervisor de la parcela que solo reconoce la jornada de cada trabajador si concluye el trabajo de las plantaciones asignadas. Si no, no hay pago. “Si preguntamos ‘jefe, ¿por qué ganamos esta cantidad?, responden: ‘si quieres trabaja, si no búscate otro empleo’. Como quien dice ‘vete a robar ya’. Vivimos una esclavitud moderna”, ironiza de nuevo Eleodoro, añorando aquellos días en los que corría en la comunidad shipiba donde nació. Ese mismo espíritu libre lo llevó a salir de su pueblo para estudiar siete semestres de la carrera de educación primaria bilingüe en la Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía, adonde desea volver pronto.

“Nadie puede resistir mucho tiempo así en el campo”, dice Eleodoro desde la localidad Bajo Rayal, parado al final de una trocha que conduce a los cultivos de la empresa Ocho Sur U., que heredó las operaciones de Plantaciones de Ucayali. Esta compañía fue creada por el empresario checo-estadounidense Dennis Melka, denunciado por deforestación masiva de la Amazonía peruana para imponer sus negocios de palma aceitera a gran escala, con capitales de Malasia, el segundo productor de palma en el mundo.

Entre estas plantaciones, que fueron inspeccionadas en un sobrevuelo a inicios de este año por la Primera Fiscalía Supraprovincial Corporativa de Crimen Organizado, se desplaza sin descanso Eleodoro junto a más de mil obreros, agrupados en cuatro campamentos. Hasta ahí han llegado desde diversas regiones amazónicas para podar, polinizar, limpiar y cosechar las parcelas de los frutos de palma que se transportan en camiones rumbo a diversas plantas extractoras de aceite que aseguran defender el medio ambiente y que fueron descubiertas por Convoca.pe en la primera parte de esta investigación: Oleaginosas del Perú (Olpesa), que tiene la planta extractora de aceite más grande del distrito de Tocache, en San Martín; Oleaginosas Amazónicas (Olamsa), que administra la planta extractora de aceite de palma más importante en Ucayali y la planta extractora Industrias Palm Óleo S.A.C., de Jorge Jaime Lau Yook, que en solo cuatro años logró un incremento de capital millonario: de 10 mil soles en 2010 a casi 4 millones de soles en 2014. Todas ellas son proveedoras de la principal productora de alimentos del Perú, la que concentra la compra de aceite de palma en el mercado y pertenece al grupo Romero, uno los conglomerados empresariales más adinerados del país: Alicorp.

Las operaciones de Alicorp se extienden a seis países de América Latina con exportaciones a más de 23 naciones en el mundo. La sede principal está en Perú, en la provincia constitucional del Callao, hasta donde llegan los camiones cisternas repletos de aceite de palma provenientes de la Amazonía, para luego ser procesado en las plantas refinadoras y convertirse en uno de los insumos de la producción millonaria de alimentos. En los últimos años, Alicorp va compañía va camino a duplicar sus ganancias: de más de 90 millones de dólares de utilidades netas en 2016 (302 millones 139 mil soles) pasó a más 159 millones de dólares a setiembre de 2018 (525 millones 797 mil soles), según sus reportes ante la Superintendencia del Mercado de Valores de Lima.

Sigue la ruta de los camiones con frutos de la deforestación

Elige cada ruta con un clic

Un camión cisterna con aceite crudo de palma proveniente de la planta extractora de Olamsa en Ucayali se dirige a las instalaciones de Alicorp en el Callao. La foto fue tomada en mayo, pocos días después que se detectara que Olamsa compraba frutos de palma al grupo Melka. Foto: Marta Portocarrero/Convoca.

“Nosotros no vemos las noticias ahí adentro, solo nos ponen dibujitos (dibujos animados) en la televisión. No sabemos a quiénes venden esos frutos ni qué denuncias tiene la empresa (Ocho Sur)”, dice Eleodoro, quien decidió contar a Convoca.pe, junto a otros compañeros de trabajo, lo que vive a puertas cerradas en el imperio de la palma edificado por Dennis Melka sobre un cementerio de árboles. En el Perú, este empresario empezó a operar en 2010 con la creación de una red de compañías, tres de las cuales arrasaron más de 13 mil hectáreas de bosques para cultivar palma, en Ucayali, y cacao, en Loreto. Las tierras fueron compradas con engaños a pequeños agricultores, a personajes denunciados por tráfico de terrenos y a funcionarios del gobierno regional de Ucayali, investigados por corrupción.



Zona deforestada en Ucayali para cultivar palma aceitera a gran escala en manos del grupo Melka. Foto: Diego Pérez/Oxfam.

Debido a las denuncias que enfrenta Melka y su entorno en el Ministerio Público, las empresas Plantaciones de Pucallpa S.A.C y Plantaciones de Ucayali fueron liquidadas en 2016 como estrategia comercial, pero las plantaciones de la deforestación permanecieron en manos de otros operadores que hoy hacen negocios con esta cosecha: Ocho Sur P. en la localidad de Tibecocha y Ocho Sur U. en Bajo Rayal. Desde 2017, los fiscales han logrado detener la deforestación, pero no la venta de los frutos de los bosques arrasados.

Williams Vásquez Ruiz
Marcos Rodríguez Chilicaya

Trabajadores de Ocho Sur U. mostraron las cicatrices del trabajo duro en las plantaciones de la palma y denunciaron maltratos laborales. Fotos: Marta Portocarrero/Convoca.

Círculo de reclamos

Es sábado, día en que los trabajadores de las plantaciones de Ocho Sur salen en grupos a la apacible localidad de Bajo Rayal a partir de las 4 de la tarde en medio del zumbido de los mosquitos. Entonces esa apariencia de pueblo abandonado se transforma en una gran pista de baile con sonido tropical: las casas de maderas se convierten en bodegas para la venta de licores y en discotecas con un reportorio nutrido de cumbias. Esta tarde de abril, Eleodoro Barbarán viste un pantalón negro pegado, un polo largo de manga corta, un gorro con víscera y una cadena dorada que lo hace lucir como un rapero adolescente, rebelde. “Hablen compañeros, digan cómo nos tratan”, invita a los otros trabajadores a contar su historia con la esperanza de que las cosas cambien. Siete hombres con edades que oscilan entre los 24 y 61 años, han formado un círculo, se interrumpen unos a otros como en un coro de quejas. “El pago mensual está bajando. La mayoría saca 700 soles, 800 soles. El mes pasado he cobrado 886 soles. ¿Qué es eso?”, reclama Reynaldo Barbarán Sánchez, de 27 años de edad. “El tiempo libre que nos dan no alcanza para ir a visitar a nuestra familia. Nosotros venimos desde otros pueblos”, aseguran los que llegaron luego de dos días de viaje desde el distrito amazónico de Mazán, en Loreto. “Tenemos cicatrices por las espinas de la palma”, insiste Jorge Ramírez, que llegó con 98 kilos a trabajar en los cultivos y en apenas un mes bajó 10 kilos por el trabajo pesado en el campo. Al anochecer, los hombres ingresan a una de las casas de madera con una pista de baile en penumbra. Por un momento dejan de lado las historias oscuras entre las plantaciones. Ahora bailan y ríen a carcajadas.

En esos días de abril, Eleodoro llevaba nueve meses de trabajo duro en el campo y un plan lejos de los cultivos: hacer proyectos sociales con obras de teatro y cultura. Prometió que se iría un mes más tarde, pero hasta ahora no ha podido hacerlo, confirmaron sus familiares en Pucallpa hace unos días. Algunos como él sobreviven entre las palmas, otros como Reynaldo se fueron.

Juan Luis Dammert, sociólogo e investigador

La inversión privada debe darse “en condiciones que favorezcan al país y no vulneren los derechos de las personas”.


pase por aquí para escuchar

Aunque lo que más se conoce de las operaciones del grupo Melka es la deforestación, existen evidencias en manos de las autoridades sobre estos abusos laborales. Entre 2016 y 2017, se registraron nueve denuncias de trabajadores ante la Dirección Regional de Trabajo y Promoción del Empleo de Ucayali contra cuatro compañías del grupo Melka. La lista de reclamos apunta principalmente a Ocho Sur U S.A.C., donde Eleodoro Barbarán y sus compañeros aseguran que han sufrido maltratado. De los cuatro casos registrados contra esta compañía, uno terminó con sanción debido a que se identificaron infracciones en la gestión interna de seguridad y salud en el trabajo, en la identificación de peligros para los trabajadores, faltas en los programas de seguridad y salud así como en el seguro complementario de trabajo en riesgo, según la información entregada a Convoca.pe por la Superintendencia Nacional de Fiscalización Laboral (Sunafil), que depende del Ministerio de Trabajo.

Estas mismas infracciones fueron detectadas en Ocho Sur P. S.A.C, que también opera en Ucayali, en la localidad de Tibecocha, donde la empresa fue denunciada por la comunidad nativa Santa Clara de Uchunya por invasión, destrucción de los bosques y de su territorio ancestral. Por esos daños, la Procuraduría del Ministerio del Ambiente solicita una indemnización para el Estado peruano de más de 180 millones de soles. Las otras dos empresas denunciadas son Plantaciones de Ucayali y Plantaciones de Pucallpa, que fueron las primeras compañías con las que el empresario Dennis Melka adquirió de manera irregular los terrenos para plantar palma con la complicidad del gobierno regional de Ucayali.

Entre la deforestación y los reclamos laborales

Entrevista a Manuel Silvano, líder fundador de la comunidad Santa Clara de Uchunya.
Trabajadores de empresa de palma aceitera reportan maltratos laborales.

“Cuando te ofrecen el trabajo las empresas contratistas en Pucallpa (la capital de Ucayali) te dicen que el pago básico por día es 30 soles. Llegas a las plantaciones y te dan solo 25 soles. Te descuentan un taper para la comida, un par de botas y un machete. Entonces ya no alcanza. Por eso eso solo trabajé un día”, contó Darki Garay Abanto, quien ha pasado por varias pruebas de fuego a lo largo de sus 40 años de vida. Cuando nació, murió su madre. Al llegar a la adolescencia se enroló en el Ejército a los 14 años de edad y luego terminó en pleno conflicto del Cenepa con Ecuador, al borde de la muerte. “Fueron días difíciles, pero aprendí a defenderme con dignidad”.

Darki relata que los trabajadores que llegan desde pueblos amazónicos alejados, viven la peor experiencia. “Tienen que aguantar el maltrato para reunir dinero para su pasaje, otros son despedidos y hasta venden sus celulares para volver a su pueblo”, narra. Para él, no es casualidad que la empresa contrate a trabajadores que no son de Pucallpa “porque ante el maltrato solo aguantarían un día de trabajo como yo”, asegura.

El 17 de abril, un camión amarillo de placa C3B-978 ingresó con un cargamento de frutos de palma a la planta extractora de aceite de Olamsa ubicada en el kilómetro 36.8 de la carretera Federico Basadre. Los frutos fueron cosechados en las zonas deforestadas de la compañía Ocho Sur P. S.A.C, Foto: Laím Chamorro.

No ser cómplices de la desforestación es “tan importante como el respeto de los derechos laborales para una cadena de producción y distribución de palma sostenible”, asegura Francisco Naranjo, representante para América Latina de la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma (RSPO por sus siglas en inglés), plataforma que certifica a las empresas del sector como responsables con el medio ambiente y los derechos de sus trabajadores.

Alicorp, Olpesa y la Junta Nacional de Palma Aceitera (Junpalma), que reúne a plantas extractoras que forman parte de la cadena de abastecimiento de Alicorp, entre ellas Olamsa, son miembros de la RSPO. Ninguna ha certificado su proceso de producción como sostenible. Y a la luz de los vínculos comerciales de algunas de ellas con el grupo Melka, sus gestiones de certificación como compañías amigables con el medio ambiente son, por decirlo menos, contradictorias.

En silencio

Los representantes de las plantas extractoras de aceite de Olpesa, Olamsa y Palm Óleo, que compraron frutos de palma a las compañías del grupo Melka, han preferido ignorar las evidencias. Primero negaron estas adquisiciones y al verse descubiertas por Convoca.pe con los camiones llenos de palma provenientes de las zonas deforestadas, optaron por el silencio. Pocos días antes de la publicación del especial ‘Palmas para nadie’ en mayo último, la gigante peruana de la industria de alimentos, Alicorp, confirmó mediante un correo electrónico enviado por la consultora Apoyo Comunicación, que le compraba a estas compañías hasta 4, 500 toneladas de aceite crudo de palma cada mes, principalmente a Olamsa con 3 mil 100 toneladas, el 69% del total. El gerente general de esta empresa, el ingeniero industrial Rubén Meléndez Rossel, aseguró por esos días que Alicorp les compraba más del 90% de su producción.

Al borde del cierre de ese reportaje, la noche del 24 de mayo, la compañía de alimentos envió un comunicado en el que respondía sobre sus proveedoras que hacían negocios con el cuestionado grupo Melka: “hemos identificado que dos proveedores estarían comprando un porcentaje de frutos de origen aparentemente no sostenible. Frente a estos casos y los que se detecten en el futuro vamos a trabajar con nuestros proveedores, como parte del proceso de certificación RSPO (Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma), en buscar que nos abastezcan de manera exclusiva con fruto sostenible”. Pero hasta hoy, Alicorp no responde si dejó de comprar aceite crudo producido con frutos de la deforestación ni cuáles fueron las medidas qué implementó para frenar esta mala práctica.



El presidente de la comunidad Santa Clara de Uchunya, Carlos Arroyo, denuncia a la empresa Plantaciones de Pucallpa (hoy Ocho Sur P) de la destrucción del territorio ancestral de su pueblo.

Después de la publicación de la primera parte de este reportaje, Convoca.pe conoció que Alicorp se reunió con los representantes de las plantas extractoras que le venden el aceite crudo y a la vez hacen negocio con Melka. Pero la compañía evitó contestar a través de Apoyo Comunicación sobre los acuerdos de esas reuniones. La última respuesta que hemos recibido de Alicorp sobre este caso llegó el 26 de noviembre con un mensaje que evade los cuestionamientos de fondo: “Alicorp se suma al esfuerzo de sus proveedores por superar las complejidades propias del sector (…). Seguiremos promoviendo que cada vez más asociaciones y extractoras se comprometan con la sostenibilidad de la cadena y las certificaciones correspondientes”.

De acuerdo con el plan anual de 2017 que presentó Alicorp ante la RSPO para su certificación, recién en 2019 contará con una cadena de proveedores identificable que permitirá determinar el origen del aceite crudo que compra. Once años más tarde, en 2030, promete que usará aceite de palma sostenible y productos certificados por la RSPO. Pero mientras eso sucede, el aceite crudo producido con los frutos de las zonas deforestadas, se mezclan en las plantas refinadoras de Alicorp, en el Callao, con el aceite de otras cosechas como en una especie de operación de lavado. Este mismo aceite se usará luego en la producción de toneladas de alimentos que llegarán a las casas de los peruanos y se exportarán a otros países del continente.

Alicorp no ha querido responder en qué productos utiliza aceite de palma, por “estrategia competitiva”, asegura. Pero en una revisión de las etiquetas de los alimentos que llevan su marca en los supermercados, identificamos este insumo en la mantequilla, margarina y el chocolate para taza. Las investigaciones sobre la industria del sector dan cuenta que el aceite de palma aparece en casi todo lo que consumimos a diario, desde los bebés hasta los ancianos: la leche, los cereales, el pan, la fórmula alimenticia para lactantes, el yogurt, las galletas, la mayonesa, el queso, el jabón y hasta las cremas humectantes para las manos y el cuerpo.





No hay ninguna sanción por vender productos con aceite de palma producido a costa de la destrucción de la Amazonía. Es el mercado el que condena o aprueba estas prácticas, es decir, los mismos consumidores, señala Roxana Orrego, directora general de Asuntos Ambientales Agrarios del Ministerio de Agricultura. Ante la RSPO, la máxima sanción sería la expulsión de estas empresas de esta plataforma, pero para ello una organización o un ciudadano tendría que presentar una queja.

En su última Asamblea General, en la quincena de noviembre, la RSPO aprobó una resolución que exige que las compañías como Alicorp, miembros de la plataforma o certificadas, publiquen quiénes son sus proveedores de aceite crudo. Sin embargo, para que las plantas extractoras informen a quiénes compran los frutos, se necesita que pasen por una auditoría especial como parte del proceso de certificación.



Para el sociólogo Juan Luis Dammert, quien ha investigado ampliamente al sector agroindustrial, es indispensable que las empresas sinceren sus prácticas. “No pueden decir que defienden el medio ambiente y al mismo tiempo comprar frutos a las empresas del grupo Melka”. Dammert señala que la inversión privada debe darse “en condiciones que favorezcan al país económicamente y no vulneren los derechos de las personas”. En este caso, la vida de Eleodoro Barbarán y sus compañeros, el eslabón más débil de la cadena de la industria millonaria de la palma.